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Normas, códigos (Jesús Mosterín. Aula abierta Salvat)
Los filósofos griegos del siglo V antes de Cristo se dieron cuenta de que nuestras vidas no sólo son afectadas por la naturaleza sino también por las convenciones sociales. La naturaleza no la podemos cambiar, pero las convenciones dependen de nuestra voluntad.
Hay necesidades, posibilidades e imposibilidades naturales y también las hay convencionales. Beber agua es una necesidad natural, pagar los impuestos es una necesidad convencional. Una obligación es una necesidad convencional. Una permisión es una posibilidad convencional. Una prohibición es una imposibilidad convencional. Las obligaciones, las permisiones y las prohibiciones constituyen las NORMAS. Una norma es siempre una prohibición, una permisión o una obligación.
Las normas nunca aparecen aisladas sino integradas en sistemas de normas que se llaman CÓDIGOS. Una norma sólo se entiende dentro de un código. Por ejemplo: “Tocar el balón con la mano está prohibido” es una norma válida dentro del código del fútbol pero no en el del baloncesto. La validez de las normas es siempre relativa a un cierto código, juego o institución.
Hay distintos tipos de normas dependiendo de la presión que ejercen sobre los individuos. Aceptar las normas de un club es algo voluntario y lo mismo puede decirse de las de un juego ya que podemos decidir si queremos jugar o no. Sin embargo, hay normas como las del Estado que son obligatorias. Hay un tercer tipo de normas que no son obligatorias pero tampoco se puede decir que sean totalmente voluntarias. Ejemplo: Lavarse no es obligatorio pero si no te lavas serás criticado o la gente se apartará de tí y esa presión hará que acabes adaptándote a la norma de lavarse. Lo mismo puede decirse de la moda y tambien de las normas morales. Por ejemplo, ayudar a los demás no es una norma obligatora, pero si nunca ayudas a nadie la gente se apartará poco a poco de tí. Podemos decir que la presión normativa de las normas morales es menor que la de las normas del Estado pero no es nula.
Los códigos son conjuntos de normas y por tanto son convencionales, pero eso no quiere decir que sean arbitrarios. Al fin y al cabo, las normas se inventan para que cumplan una función y debemos procurar que la cumplan bien. Las cosas de la naturaleza no necesitan justificación, sólo explicación. No necesitamos justificar por qué llueve. Llueve y ya está. Lo único que hacemos es explicar por qué. Sin embargo, las normas hay que justificarlas. Esto significa que tenemos que dar buenas razones para poner una norma y no otra. Si prohibimos las corridas de toros tenemos que decir qué buenas razones hay para hacerlo. Si no permitimos que los jóvenes voten antes de los 18 tenemos que decir qué buenas razones hay para hacer eso.
A veces ocurre que una norma tiene sentido cuando se hace pero luego las condiciones cambian y la norma deja de tener sentido. Las normas, debemos recordar, son convencionales, y, por tanto, podemos cambiarlas por otras mejores. Por ejemplo, recientemente se han hecho cambios en las normas ortográficas del castellano pues algunos expertos han considerado que los cambios sociales y técnicos así lo aconsejan. Frecuentemente se hacen cambios que afectan a múltiples campos (tráfico, alimentación, publicidad, etc. etc.)
En todo juego o institución hay dos tipos de reglas: las reglas constitucionales que sólo se pueden cambiar con el común acuerdo de todos los interesados y son las que podríamos llamar las “reglas del juego” y luego están las reglas tácticas que son individuales. Sin cambiar las reglas del juego uno puede jugar de distintas maneras intentando sacar el mejor partido. Por ejemplo, el abogado, sin cambiar las leyes, puede utilizar distintas tácticas para beneficiar a su defendido.
La racionalidad individual consiste en jugar lo mejor posible respetando las normas. La racionalidad colectiva consiste en inventar las mejores normas posibles entre todos. Si un determinado código queda superado porque ya no sirve para los fines para los que fué creado, es tarea de todos discutir hasta ponerse de acuerdo en otras normas mejores.
(Adaptado de Jesús Mosterín, Grandes temas de la filosofía actual, Editorial Salvat)