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Simone de Beauvoir 2

El primer tomo del libro de Simone lleva por título “LOS HECHOS Y LOS MITOS”. Está dividido en tres partes: Destino, Historia y Mitos..

En la parte titulada Destino, trata de demostrar que la alteridad de la mujer no es un destino determinado por la biología, ni por la psicología, ni por la economía.

La biología misma nos dice, por ejemplo, que forma parte de nuestra naturaleza humana el autoconstruirnos, al menos en parte.

Si la alteridad no es un destino biológico, ¿qué es  lo que ha colocado a la mujer en esta situación de sumisión?. Cuando explicamos la adaptación que hace Simone de la dialéctica del Amo y el Esclavo avanzamos ya una explicación.

Según Simone  de Beauvoir, “la clave de todo el misterio” estaría en las “servidumbres de la reproducción”  que obligan a la mujer a “largos períodos de impotencia”.

Esta devaluación de la feminidad ha sido sólo una etapa,. quizá necesaria, pero transitoria de la evolución humana. No es necesario prolongar esta situación.

Incluso en las condiciones más antiguas (12 o 13 años de incapacidad por embarazo) habría sido posible una cooperación entre los sexos. Si esta cooperación no ocurrió es porque la necesidad de afirmarse como sujetos, “la voluntad masculina de expansión”, condenó a las mujeres a la condición de inmanencia.

Nos estaría de más ahora hacernos algunas preguntas. ¿Qué condiciones materiales pudieron hacer que las servidumbres de la reproducción aumentaran? ¿fue una crisis alimentaria? ¿Esta situación de la mujer se da igual en las sociedades cazadoras?

Hoy la “incapacidad por embarazo” apenas alcanza los 2 años, por lo tanto no se dan esas condiciones que condenaban a la mujer a la inmanencia.

La condena de la mujer a la inmanencia y al sedentarismo no ha hecho sino consolidarse desde la aparición del PATRIARCADO. Desde entonces, leyes e instituciones no han dejado de ponérselo a la mujer más y más difícil. Apenas unas pocas voces críticas como la del cartesiano Poulain de la Barre han denunciado esta opresión y esclavitud de la mujer (también Diderot y Stuart Mill).

En el siglo XIX con la revolución industrial se producen algunos cambios ambiguos. Por una lado, la mujer, al incorporarse al trabajo industrial obtiene una perspectiva de desarrollo individual. Por otro lado, a las servidumbres de la reproducción se añade la explotación en las fábricas, con lo que a las mujeres se les plantea el problema de la conciliación entre esos dos mundos: el trabajo fuera y el trabajo en casa. Además, muchos obreros miran con recelo esa incorporación de la mujer a la que ven como competidora.

Pero en la sociedad humana “nada es natural” y “la mujer es un producto más elaborado por la civilización” y, por tanto, una historia distinta es posible en adelante.

El primer capítulo del segundo volumen (Formación) está dedicado a mostrar cómo se fabrica la “mujer mujer” por medio de un proceso de socialización-educación que discrimina a las niñas.

A las niñas, bajo la apariencia de un trato privilegiado, se le permite ser más frágil y sensible. A los niños se les enseña a estar orgullosos de sus logros. Un montón de pequeños aprendizajes van consolidando en la mujer sentimientos de inferioridad, de pasividad. En los niños se favorecen actitudes encaminadas a la acción, al riesgo. En casa aprenden sobre el prestigio de todo lo que rodea al padre (trabajo) y el escaso valor de lo que hace la madre (tareas domésticas que ni siquiera se pagan).

En el terreno erótico, se fomenta la dependencia de las muchachas. El tiempo de la relación también se vive de un modo distinto: para el hombre, que tiene muchas cosas importantísimas que hacer, estar con ella es sólo una cosa más; para ella, sin embargo, los momentos que pasa con él son los más importantes.

Se enseña a las niñas a sobrevalorar el amor, se las enseña a amar como la gran tarea de su vida. No es extraño que acaben siendo ellas las que cuidan de los niños, de los padres. Incluso profesionalmente se ocupan más de actividades de cuidado.

Se enseña a las niñas a no recurrir a la violencia, a asustarse ante la violencia. Al hombre se le enseña a conseguir, a la mujer a renunciar.

Pero esta situación no es una fatalidad. La  ”mujer mujer” es un producto fabricado como antes se fabricaban castrati para los coros del Vaticano. Si las mujeres consiguen la autonomía, entonces decidirán su propio papel, su identidad social, su erotismo.

El erotismo es un aspecto muy importante de la propia identidad. Según S. de Beauvoir “ningún destino sexual gobierna la vida del individuo”. Cada mujer y cada hombre es libre de elegir su vida erótica, amar a quien quiera y como quiera.

Voy a terminar con una frase de la gran antropóloga Margaret Mead:

“Los rasgos de la personalidad que hemos llamado masculinos o femeninos van tan poco ligados al sexo como el vestido, los ademanes o la forma de peinarse que una sociedad, en una época determinada, asigna a cada sexo.